viernes, 17 de junio de 2011

lunes, 13 de junio de 2011

Solo una semana

Una semana eterna, eso es lo que me espera, con suerte. Y es que, no te das cuenta de tu dependencia hasta que lo pierdes todo. No, no hablo del alcohol ni las drogas, adicciones marcadas con cruces rojas desde que eres niño, o robar, que el mero hecho de pensarlo te induce a una cruz enorme que te ha quedado como marca salvaje, pequeña cicatriz de una juventud impuesta, en la que te creías condenado por ser tan solo, un crío. Hablo de la adicción natural y no tanto, a la diversión, hablando con más claridad, al juego.





Sí, parece absurdo, pero es cierto, y no es algo puntual, no es una ruleta rusa de la vida, es algo de lo que no te advirtieron, ni a tí ni a nadie, todos hemos visto alguna película de sobremesa o alguna buena (qué daño nos hizo "Casino"), que tuviera como meta mostrar la catástrofe y dura vida de todo aquel que osase alguna vez en adentrarse en el juego del azar, en tirar una moneda y ver mil luces iluminándo su rostro y pequeños soniditos que salen de todas partes que te animan a ese "¡uy!, ¡casi!" y que, sin entenderlo bien, te ves en un juego telepático, adictivo como quien no quiere saberlo, que te incita a continuar, "seguro que a la siguiente sale" y en la que luego hay un fin de partida que te deja el estómago vacío, seco y una extraña espina en el pecho.





Si tuviera que realizar un análisis acabaría realizando un artículo de cientos de páginas, narrando de cómo el juego ha ido obteniendo con el tiempo una fuerza imponente sobre toda nuestra vida, desde la infancia hasta la edad adulta, muchos creerían que comenzaría con la edad de oro de los mismos, de cómo nos inundaron múltiples compañías con sus innovadoras consolas en la década de los 80 en las salas recreativas y con las de casa en los 90. Pero me alejaría de la realidad y alargaría mucho mi atrevimiento si no comenzara con los 60 y 70, y probablemente, en un estudio a largo plazo, probablemente me iniciara con los juegos de mesa, esos que ofrecían fotografías esclarecedoras y hogareñas, produciendo así pequeñas cajas sorpresa de engaño a tamaño familiar.



Era normal, el pensar que tus padres siempre quisieran lomejor para sus hijos, y que, en una etapa tan ajetreada cono tu juventud tuvieran la amabilidad de brindarte con una pequeña consola, para devolver algo de libertad diaria a sus vidas. Sin embargo, una vez más no supieron lo que les vino encima, pero esta vez no era un juego de niños que usaba uranio real para entretener esas horas muertas esta vez se trataba de la máquina en casa.



Y es que, es posible que hoy día me culpen de mi pequeña adicción, pero si es posible decir algo en mi defensa, es que si con un año tenia la NES, a los 4 la SNES a los 8 la Play Station a los 9 la Game Boy, a los 11 la Play Station 2 y mas tarde un ordenador capaz de soportar casi todos los juegos del mercado, ¿no es un poco hipócrita regañarme por tener la imperiosa necesidad de echarme una partida diaria?. Como ya nombre antes, no es alcohol ni tabaco, no me hiere ni físicamente ni mentalmente, tengo el mono, pero no rompo cristales ni me subo por las paredes, asi que por favor, señores de la tienda de informatica, despues de haberles dicho exactamente el problema que tiene mi pequeño compañero electrónico, de habérselo demostrado y dejado en sus manos , ¿tendrían la amabilidad de tomárselo con algo más de prisa?. Es cierto, no me voy a morir esperando, pero tampoco vería correcto que fuera usted a una estanco y pidiera un paquete de BN y el dependiente gire la cabeza y viendo varios cartuchos le mirara de reojo y le dijera: "es que tenemos mucho lío, venga la semana que viene".